Puerto Natales

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domingo, 1 de diciembre de 2013

Geiseres del Tatio y Valle de la Luna. Poco tiempo para tanta belleza.



Son las cuatro de la mañana. No hizo falta que sonara el despertador.  La excitación por ir a conocer uno de los lugares más legendarios de Chile y, por qué no, de todo el planeta, hizo el resto.

Mi destino es ver amanecer entre los geiseres del volcán Tatio, el campo geotérmico a mayor altitud del mundo.




El recorrido desde San pedro de Atacama es de 120 kilómetros, pero de una pista de tierra que en algunos puntos es deficiente y que para colmo tiene que solventar los 2.000 metros de desnivel que hay entre San Pedro y ese punto.  Firme irregular, curvas y baches son nuestros compañeros  durante las más de dos horas que dura el viaje. Yo, tranquilo, nuestro compañero brasileño al que llamamos cariñosamente “Gluco”, está al volante. 






Justo con las primeras luces del alba, llegamos al campamento. La luz del sol apenas se deja intuir como algo más de claridad hacia el este, sin fuerzas todavía de ocultar las estrellas.

Según nos acercamos, vamos viendo una gran superficie cubierta de manera irregular por costras de hielo y de columnas de vapor de agua que crean un espectáculo fantasmagórico y fascinante a la vez.

La temperatura cuando salimos del coche, primeros de diciembre, es de cinco grados bajo cero. Parece increíble que los turistas se acerquen con una liviana chaqueta pero que les obliga en muchos casos a regresar al autobús para contemplar el amanecer como si lo vieran desde la televisión de su casa.



El agua hirviendo, deshace el hielo pertinaz que cada noche se congela abrazando las rocas. Centenares de geiseres vomitan corros de agua  a cinco o diez metros de altura durante unos breves segundos, hasta quedar exhaustos y desaparecer como un humilde charco, y en unos breves minutos volver a borbotear y a arrojar agua y vapor como si nunca lo hubieran hecho. Es la ceremonia mágica que llevan repitiendo millones de años.

Lo más especial de esta visita, es que con la temperatura exterior tan baja a primeras horas de la mañana, el vapor de agua es mucho más abundante que cuando más tarde haga 15 o 20 grados más.

De pronto unos pájaros aparecen de la nada y de dedican a comer...¿nada?





Hay que guardar una prudente distancia de las bocas de los geiseres porque, bajo una leve capa de roca, el agua próxima a la ebullición, podría convertirse en el más horrible baño termal, como ya ha sucedido en alguna ocasión.

Cumpliendo su rutina, el astro rey va ascendiendo por las colinas circundantes y tiñe todas las colinas de su color vital. Calor cálido, amistoso y de infinitas variedades cromáticas que tan bien empiezo a interiorizar en esta tierra.




Después de haber vivido una de las experiencias más mágicas de mi condición de viajero, nos encaminamos a regresar a San Pedro.


La ruta de vuelta me deparó una de las sorpresas más lindas de mi viaje a Chile.

Lo habíamos recorrido en la oscuridad y a la luz del sol era un camino hermoso. Polvoriento, cuesta abajo, siempre con el horizonte infinito delante de ti, invitándote a seguir.
 


Nos acompañaban en la bajada los inseparables camélidos amigos que me han guiado a lo largo de todo mi viaje. Uno se pregunta qué comerán, viendo las llanuras desnudas.




También se observan de vez en cuando pequeños montículos formados por piedras apiladas unas sobre otras, lo que en términos de montaña se denominan hitos, cuando marcan un camino. Es el símbolo, que sin ponernos de acuerdo, mi amigo Natxo (http://www.sonretos.com/) eligió para simbolizar su nueva vida. 




Cerca del llamado “Vano Putana” pude contemplar una de las postales más lindas de todo Chile. A la sombra de los gigantescos volcanes, el agua subterránea aflora mansamente y deja todo el suelo tapizado de hierba entre las que asoman tímidamente flores. 




Lágrimas de un corazón de roca






Continuamos bajando entre la nada vegetal más absoluta viendo los barrancos  que descienden junto a nosotros y en los que se intuye  en su lecho la riqueza verde que se nos niega a la vista. 
A cuarenta kilómetros de San Pedro están las termas de Puritana. Están gestionadas por la cadena Explora, una de las más lujosas de todo Chile. Me quedé con ganas de darme un baño en ellas. Será en otra ocasión.

Llegamos después de una de las mañanas más intensas de belleza de las últimas semanas.

Pero las emociones no habían terminado. Por la tarde vamos a conocer el Valle de la Luna.
Es un conjunto de formaciones pétreas en donde predominan las salinas y que con el efecto de la erosión tan poderoso de la zona, temperaturas extremas y frio en el mismo día además de los movimientos telúricos, han dado forma a un paisaje sin igual.




El recorrido comienza visitando la entrada de una antigua mina de sal en cuya puerta formas fantasmagóricas parecen disuadirnos de visitarlas. Se puede seguir adentrándose entre paredes cada vez más juntas hasta salir a unos cuantos cientos de metros de distancia. Es conveniente llevar una linterna para este episodio.

 Eternos gritos en el silencio


A continuación fuimos a ver las Tres Marías, unas esculturas que la erosión había dejado al descubierto en medio del paisaje totalmente llano.




Cerca está otra montaña denominada El Anfiteatro, por su parecido con el circo de Roma.




Por último quedaba la ascensión a la Gran Duna para contemplar  el atardecer sobre todo el valle. La subida no se hace sobre la propia duna, sobre la que está prohibido pasear, sino sobre un camino de piedra tallado al margen sobre el que está apoyada la propia duna. Es hermoso vivir como cambia la perspectiva.





Reconozco desde la cima algo que llamó mi atención desde el avión que me trajo acá. Algunas montañas asemejan gigantescos esqueletos de dinosaurios tumbados en paralelo uno al lado de los otros (http://elviajedechemaenchile.blogspot.com.es/2012/09/presentacion.html) .




Por fin, una vez en lo más alto de la duna, sólo quedaba deleitarse con la puesta de sol y los tonos de las montañas circundantes, siempre con la visión del volcán Licancábur, que como rey absoluto de la región, recoge los últimos rayos de sol que a nosotros se nos habían negado ya unos minutos antes.






sábado, 9 de noviembre de 2013

El salar de Atacama y las lagunas altiplánicas



Al sur de San Pedro se encuentra el famoso salar de Atacama. Es una extensión de cerca de 3.000 kilómetros cuadrados cuya superficie está compuesta de sales potásicas y de litio y que, junto a las zonas limítrofes de Bolivia y Argentina, concentran el 85% de las reservas conocidas de litio del planeta.



Los compuestos salinos han cristalizado y la superficie es muy irregular y casi imposible de recorrer a pie. 



























De su fama como lugar inhóspito dan cuenta los testimonios de los valientes que intentaron atravesarlo en los orígenes de la conquista de América.


En este desolador paisaje existen unas lagunas cubiertas de agua salada en donde habitan como por arte de magia varias especies de flamencos.


 

Estos pájaros, como si parecieran estar siempre en frágil equilibrio aupados por sus patas de grosor microscópico, se alimentan de pequeños crustáceos que subsisten en ese medio tan contrario a la vida. En la laguna Chacra, si te acercas demasiado a los pájaros, el olor de los excrementos de los flamencos, acumulados durante milenios, te invita a dar marcha atrás y a contemplar a estas gráciles aves a más distancia.



Aquí a  finales de noviembre, de la primavera austral, el sol castiga duramente la piel, pero incluso a las horas centrales del día debajo de una sombra, no se siente un calor exagerado.



Continuamos más al sur a la búsqueda de las lagunas Céjar y Piedra. En esta segunda te puedes bañar, aunque conviene llevar algo de agua dulce para aclararte la piel.

 


En nuestro recorrido, paramos a recorrer un tramo de las innumerables quebradas que hay por la zona. 


Como inexplicables oasis en medio del desierto más descarnado, las aguas de nieve que habita más allá de los cuatro o cinco mil metros de altitud, recorren un corto viaje convirtiendo su camino en un vergel que la imaginación no puede dar forma. Los álamos, los olivos y los frutales crecen en rincones ocultos a la curiosidad de los viajeros que recorremos la carretera 23, camino de encontrarnos la maravilla de este paisaje.
Paramos en Toconao y recorrimos unas calles muy pintorescas en estos asombrosos pueblos de cuya existencia es difícil encontrar una explicación.

 
Una vez en casa, y después de disfrutar de unas horas de contemplación del cielo nocturno, me fui a la cama porque mañana me esperaba un madrugón espectacular: ver amanecer sobre los geiseres del volcán Tatio.

viernes, 1 de noviembre de 2013

San Pedro de Atacama. Un oasis en medio del desierto más seco del planeta.



Alrededores de San Pedro. Al fondo el Volcán Licancábur


En diciembre de 2012, hice un paréntesis entre mis obligaciones profesionales para conocer el Gran Norte de Chile y su capital más simbólica: San Pedro de Atacama. En el viaje en avión se pueden observar varias minas a cielo abierto que de alguna manera devuelven todo lo que la tierra le quita al pueblo chileno cada vez que le da por temblar con intensidad.
Ya desde que aterrizas en el pequeño aeropuerto de Calama entras en contacto con lo que va a ser el paisaje predominante de toda la región: desierto y montaña, roca y piedra.


Aeropuerto de Calama
De Calama a San Pedro hay cerca de cien kilómetros de distancia que se hacen por  una carretera cómoda y bien asfaltada.


 Carretera de Calama a San Pedro. Al fondo el volcán Licancábur

Y siempre presidiéndolo todo el volcán Licancábur de 5.920 metros de altitud y que se encuentra en la frontera entre Chile y Bolivia. ­
San Pedro es un pueblo de cerca de mil habitantes que no llega a la categoría de ciudad, ni falta que le hace. Estructura su diseño urbanístico alrededor de una pequeña plaza deliciosa en el lateral de la iglesia. 



Sus calles, de trazado rectilíneo, albergan casitas de una planta, dedicadas en su mayoría al turismo: tiendas, farmacias naturistas, agencias de viajes, restaurantes, etc. Todo se vuelca al turismo como fuente principal de ingresos de la localidad.



Cuando te vas acercando a San Pedro, sorprende ver la mancha vegetal en que se convierten sus abundantes árboles y plantas.
El agua de esta comarca proviene del deshielo de las nieves semiperpetuas que cumbrean los imponentes volcanes de los alrededores y que, o bien subterráneas o bien surcando la superficie en los barrancos de la zona, proporcionan la fuente de vida a este espejismo vegetal.
San Pedro es un espléndido punto de partida para conocer la zona chilena de esta parte del desierto, pero también puede utilizarse para extender el descubrimiento de las maravillas de la naturaleza que son el salar de Uyuni en Bolivia o la Puna, ambas al otro lado de la cordillera pero con pasos factibles en automóvil. Yo conocí unos años atrás el lado argentino de la cordillera y recomiendo vivamente acercarse a conocer Salta, recorrer la quebrada de Humahuaca y disfrutar de esa maravilla de la naturaleza que es el cerro de los siete colores. Toda la zona merece una excursión de más días de los que yo dispuse. Aprovechaos y dejaros empapar de la belleza de estos parajes que parecen no pertenecer a este planeta.





Argentina. Paisajes en la frontera con Chile


A este viaje fuimos cinco personas por lo que alquilamos coche en el aeropuerto de Calama y una casa a las afueras de San Pedro, todo esto una alternativa que hace bastante económica la excursión.
Recién aterrizados, recogimos el coche, hicimos la gran compra de víveres en un mall de Calama y partimos para nuestro destino.
La mañana la empleamos en conocer San Pedro y por la tarde nos acercamos al Valle de la Muerte, apenas a 20 kilómetros. Es difícil describir lo que se siente al contemplar estos parajes descarnados. No se observa vestigio alguno de vida. Seguro que hay insectos, pero por un momento hasta dudo de ello. Como si pertenecieran a otro mundo ajeno al hombre, sólo despiertan en mi fascinación por la belleza y las formas que no parecen de este planeta.









El largo día termina con uno de los espectáculos más fascinantes de todo Chile: su cielo nocturno. Como ya relaté en una entrada anterior (http://elviajedechemaenchile.blogspot.com.es/2012/10/valle-del-elqui-paleta-de-infinitos.html) tuve contacto con el auténtico cielo austral en Vicuña, en el observatorio Mamalluca. La diferencia es que San Pedro está a mil metros más de altitud sobre el nivel del mar, lo que le confiere una pureza y transparencia sin igual. Estuve varias horas compartiendo con mis compañeros de aventuras mis pocos conocimientos del cielo. En realidad importaba poco, dada la hermosura del cielo, pero tener algún conocimiento de lo que estás viendo confiere una especie de alma al conocimiento que compartes. ¿Te has preguntado qué es lo que ves cuando mira el cielo nocturno? Muchos responderéis que estrellas y la luna. Y es cierto, pero con un poco de estudio puedes ayudar a descubrir muchas más cosas. También se ven planetas con luz más brillante que la de algunas estrellas. Y ser consciente de que las estrellas que vemos son las de nuestra galaxia y, encima, las más próximas, apenas un par de pasos en la inmensidad del universo. Pero aquí en Chile tienes la fortuna tienes la fortuna de ver a simple vista alguna de las galaxias más cercanas a la Vía Láctea, Las Nubes de Magallanes, supongo que nombradas así por ser este su descubridor allá por 1.540.


Las Nubes de Magallanes. Observad el gran tamaño relativo respecto del fondo.

Pero poniendo atención, puedes ver objetos producto de la mano del hombre. Al característico avión que suele cruzar la noche, con un poco de paciencia, podemos  algún satélite artificial o incluso la Estación Espacial Europea. Hacer este recorrido del cielo con estas básicas explicaciones predispone al observador a mirar con otros ojos el cielo nocturno, sabiendo que no sólo están la luna y las estrellas. Así pasa con muchas cosas de nuestra vida. Apenas sólo vemos lo más evidente, lo que está en la superficie más elemental verdel conocimiento humano. Lo importante es ser conscientes de que cualquier realidad es mucho más rica de lo que advertimos y, por supuesto, querer ir más allá. Ese es el principio de la ciencia y de cualquier conocimiento humano.