(Escrito hoy pensando en las víctimas del incendio que
asola Valparaíso. Todas las fotos fueron tomas en mi viaje a la ciudad en
diciembre de 2012. Fuerza Chile).
La búsqueda de la
felicidad es uno de los temas sobre el que los seres humanos han escrito más
libros. No pretendo exponer la fórmula mágica, no la tengo. Cuestiónate y duda
de todo lo que vas a leer en las siguientes líneas. No existe el camino a la
felicidad. Sólo existe TU camino. Y
deberás encontrarlo TÚ.
Desde mi
experiencia personal y mi formación en coaching, yo intento recorrer el que a
continuación te comparto.
Liderarse y reinventarse
“Se tu mismo, el
resto de los papeles están ocupados”. (Oscar Wilde).
Lo primero para
iniciar la búsqueda de la felicidad es ser consciente de que es un trabajo
personal. Lo tiene que empezar uno todos los días porque no existe una meta. La
felicidad se encuentra en el camino de su búsqueda. Y la felicidad está en ti,
no en el exterior. No es lo que tienes, sino lo que eres. Por desgracia, a
menudo la buscamos en objetos materiales de los que nos frustra su pérdida o su
ausencia.
Quizás hoy te
sientes infeliz y no eres consciente en el pasado de haber hecho nada por no
serlo. Recuerda tus estados de máxima felicidad. ¿Qué los provocaba? ¿Cómo
intervenías tú en esos momentos?
Lo que me parece
indudable es que este hábito requiere constancia y esfuerzo. Los recientes
estudios en neurociencias demuestran
que nuestras conexiones nerviosas tienen como “caminitos” que nuestro cerebro
se acostumbra a seguir. Hay que deshacerlos y convencer a nuestro cerebro de que
recorra otros, elegidos por nosotros, que nos transmitan mayor placer, o
seguridad, o confianza. Cualquier emoción o sentimiento que nos haga ser más
felices.
La psicología positiva acaba de empezar a
analizar desde el punto de vista científico estas afirmaciones.
No dudes que es
posible.
Conocerse y enriquecerse
“Conócete a ti
mismo”. (Inscripción a la entrada del templo de Apolo en Delfos)
Me parece
maravilloso que esta frase estuviera a la entrada del templo al que acudían
miles de personas a consulta el oráculo y saber qué les podía deparar el
futuro. Parece una invitación a detenerse en la entrada y, asimilada su
bienvenida, dar media vuelta y buscar la verdad y el futuro, en el interior de
uno mismo.
Tras el triunfo en
el pasado de las tesis de Parménides frente a las de Heráclito, toda nuestra
cultura occidental se ha construido sobre la búsqueda de las verdades
absolutas, inamovibles y ciertas. De lo que está bien y lo que está mal. Y las
emociones, incontrolables por su propia naturaleza, arrinconadas y en muchos
casos incluso negadas.
Viaja por el mundo,
lee todo lo que puedas, ve al cine, ensimísmate contemplando una obra de arte,
escucha música todos los días. Conversa con gente que tenga vida y cosas que
contar. La razón no representa ningún obstáculo para la felicidad.
Atrévete a
conocerte mejor. Traspasa esas barreras que te impiden entrar en contacto con
tu verdadera esencia. Habrá cosas que no te gusten, pero eres tú. Encontrarás
muchas otras que te gustan y de las que te puedes sentir orgulloso.
Hay técnicas de
autoconocimiento, como el eneagrama,
que son herramientas poderosas para poder cambiar lo que no te gusta de ti.
Pero para ello, antes hay que ser consciente de lo que quieres cambiar.
La meditación y el yoga, por citar algunas de las que más me gustan, son técnicas
milenarias que encierran la sabiduría de generaciones de personas que buscamos
lo mismo. Pruébalas. No tienes nada que perder.
Sanarse y cuidarse
“Tu cuerpo será lo
único que te acompañará hasta el último suspiro de vida”.
La felicidad y la
enfermedad conviven difícilmente. No es imposible, pero tendrás que hacer mucho
más para encontrarla. Incluso cuando no estés enfermo, puedes sanarte. Llevar
una alimentación sana y equilibrada y acompañarla con algo de ejercicio,
aportan una mayor calidad a tu vida y previenen la aparición de las
enfermedades más corrientes de nuestra sociedad actual. Disciplinas modernas,
como la bioneuroemoción, están
estudiando la relación entre la enfermedad, tu cuerpo y tu mente. Algo que es de
sentido común y que va camino de convertirse en ciencia.
Busca el descanso
reparador para tu cuerpo y para tu alma. Cansados y con sueño, pensamos y
vivimos peor.
No confundas placer con felicidad. No es lo mismo.
No consiste en
absoluto en ser un extremista y eliminar de nuestra dieta esos artículos que
nos proporcionan momentos puntuales de disfrute. Sólo hay que aplicar el
sentido común. La mayoría sabemos qué nos sienta mal y qué nos hace daño. Con
mesura nada es malo, no tiene oportunidad de serlo.
Complacerse y permitirse
“No se puede dar,
lo que uno no se da”.
Se generoso contigo
mismo. A muchos nos enseñaron que había que darlo todo por los demás y que el
darte a ti, era una muestra de egoísmo. Hoy no lo creo en absoluto. La
generosidad bien entendida no es sólo dar, sino también permitirte recibir.
Date un capricho,
priorízate sobre los demás como jamás lo has hecho. No sólo no es malo, sino
que es necesario para poder continuar. Debemos
desear la felicidad de los que amamos, pero no a costa de la nuestra.
Perdonarse y quererse
“No serás feliz
hasta que dejes de perseguir la perfección”. (Tal Ben-Shahar).
Una de las
preocupaciones más comunes en mi experiencia como coach y que más
insatisfacción provoca, es la búsqueda de la perfección. La sensación de culpa por no alcanzar el grado de perfección
que deseas en todos sus aspectos de la vida, el trabajo, la pareja, la
educación de sus hijos y tu propia felicidad. El perfeccionista rechaza el
fracaso, las emociones negativas, el éxito y hasta la realidad. Otro rasgo del
perfeccionista es pretender tener todo controlado y ahí radica buena parte de
su desgracia. Jamás tendrás todo bajo control y el mero intento de conseguirlo
te hará infeliz. Sencillamente no se puede. El devenir de la vida es lo
suficiente impredecible como para que esa búsqueda vana de lo imposible te
impida alcanzar la felicidad.
En contraposición
busca ser una persona positiva. Acepta el fracaso como el mejor aprendizaje. Acepta las emociones mal
llamadas negativas y descubre el regalo que encierran. Acepta el éxito, te lo
has ganado y no tienes que pedir perdón a nadie por ello. Y acepta la realidad,
y si no te gusta, cámbiala con todas tus fuerzas.
Compartirse y darse
“¿Es la bondad un
resultado de la felicidad o es a la inversa?”. (Matthieu Ricard, monje budista).
Algo que tienen en
común las principales religiones y corrientes de pensamiento es la importancia
de la generosidad para con los demás. La eterna lucha entre el hombre egoísta y
el hombre bondadoso. ¿Cuál es la condición natural del ser humano? ¿El egoísmo
o la bondad? Quizás los profetas y los pensadores habían llegado a la
convicción de que en la esencia del ser humano radica la generosidad y que
volver a ella es una condición imprescindible para ser feliz.
Si tú y yo tenemos dos manzanas y nos la intercambiamos
seguimos teniendo una manzana cada uno, pero si tenemos una idea y la
intercambiamos, terminamos teniendo dos
ideas cada uno.
Regala tu sonrisa
hasta en los días que más te cueste. Terminarás contagiado y contagiando
felicidad.
Intenta comunicarte
como te gustaría que lo hicieran contigo. Empatiza con tu interlocutor. Ponte
en su lugar. Primero intenta comprender al otro y después, prueba a comunicarte
con él. La Comunicación No Violenta
es un ejercicio de amor para contigo y para con los demás de un poder
sorprendente.
Todo lo importante
de esta vida se multiplica si lo compartes. No puedes esperar recibir amor si
antes no has dado amor. Y sentirse querido es uno de los elementos más
importantes para ser feliz.
Aceptarse y no enjuiciarse
Nosotros no podemos
elegir lo que nos pasa, pero sí podemos decidir cómo vivir lo que nos pasa.
(Víctor Frankl)
Los juicios son la mayor fuente de
infelicidad del ser humano. Los juicios sobre nosotros y sobre las personas que
nos rodean. Los juicios sobre las cosas que nos suceden.
Cualquier realidad
que te incomode, intenta contemplarla desde fuera, como si fueras un observador
imparcial.
Prueba a subir la
escalera de inferencias. Considera la siguiente escena de una fotografía
ampliamente difundida en Inglaterra.
Dos hombres corren en la misma dirección. El que va detrás es blanco y viste
uniforme de policía. El de delante es negro y viste de civil. En el primer
peldaño están los hechos objetivos de la situación, los datos, que he descrito antes. En el segundo, están las interpretaciones de los datos. Alguien
podría interpretar que es un negro que ha cometido un delito y un policía le
persigue. En el tercero aparecen los juicios. Alguien podría pensar: “el negro
es un criminal. Todos los negros son iguales”. Mientras que otro juzgaría: “el
negro estaba en una manifestación y el policía lo está reprimiendo. Otro
ejemplo de brutalidad policial”. En el último escalón están las conclusiones y la acción a tomar. Todo a
partir de una fotografía. En realidad sólo conocemos los datos observables de
la foto, un hombre negro corriendo delante de un policía blanco. La foto fue
usada por Scotland Yard para buscar candidatos negros, porque en realidad ambos
eran policías que perseguían a un criminal que estaba fuera del encuadre de la
foto.
No te quedes nunca
con la primera impresión, con el primer juicio. Busca lo que está fuera del
encuadre de la foto que ves. Como de dije al principio, duda de todo,
cuestiónatelo todo. Recorre la escalera de inferencias tantas veces como creas
necesario.
Revisa los juicios
que dominan tu vida. Algunos se habrán convertido en creencias, entendidas como el juicio que ya no te cuestionas, que
tienes íntimamente interiorizado. Es hora de romper con ellos.
Si observáis el
texto anterior, he utilizado mucho la forma reflexiva. Se nos ha negado durante
milenios la facultad de ser los protagonistas de nuestra felicidad, depositando
esta responsabilidad en otros, en algo fuera de nosotros.
Olvida el miedo, la
envidia, el sentimiento de culpa, la autocompasión y la autoadmiración. Tu ego está al acecho para confundirte.
El fin último de la
vida es reír con toda nuestra risa y llorar con todas nuestras lágrimas.
Ríete, llórate, ámate, cánsate y descánsate. Suéñate,
piénsate, disfrútate y encuéntrate. Maravíllate y conciénciate de ti.
Quizás, al final de
una vida entera buscándola, encuentres que siempre estuvo a tu lado, en el río que
contemplabas todas las mañanas al despertar, como Siddhartha.
En el disfrute de las
cosas pequeñas y cotidianas.
La suerte es que, para
entonces, el río estará dentro de ti.
Y… ¿para qué no empezar el camino ahora?
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