“Maldito sea aquel que al
principio de una historia de amor no crea que ha de ser para siempre”
(Colette).
Casi todos los libros que me
deslumbran paso su última página pensando en que me hubiera gustado escribirlos
a mi. Este no es el caso. No tengo la sabiduría ni la lucidez de la autora. Pocas
veces me he encontrado con tantos pensamientos tan claros y tan demoledores acerca
de las creencias que tienes instaladas en tu ADN sentimental, como en las
primeras 50 páginas.
Comienza presentando el verbo
AMAR como una facultad, una capacidad y un talento y, honestamente creo, casi
nadie se lo plantea así.
El libro está pensado para
arrojar luz a todos aquellos que están enamorados y no se sienten
correspondidos adecuadamente, porque “es una norma de amor inviolable: si hace
sufrir no es amor”.
La primera parte del libro la
emplea en ayudar a que identifiques con total claridad que es lo que tienes
delante de ti.
Parte de que todos amamos
desde quienes somos, lo que te lleva a identificar el tipo de amor que te dan
con la auténtica naturaleza del que te lo da.
Te lo puede dar alguien con
deficiencias afectivas, alguien bueno, bienintencionado, que está dispuesto a dártelo
todo pero que no puede darte casi nada porque no sabe ni por donde empezar a
buscarlo. Debes saber reconocer las actitudes distantes, frías o de poca
consideración para hacer que te apartes y que no intensifiques la lucha para
retener a alguien que no te trata como mereces.
Y después radiografía "el mal amor" y le pone algunas de sus
características:
- Es irregular (te hace vivir
con una sensación de inminente peligro y de constante desasosiego).
- Es insatisfactorio.
- Sexo sublime.
- No entiendes como has llegado
a tolerar situaciones absurdas y humillantes (terminas con la autoestima por
los suelos) y no sabes ni lo que sois (pareja, amantes, amigos, novios, amigos
con momentos íntimos, personas que se quieren pero no pueden estar juntas…).
O quizás esté enfrente de un
amor ludópata, aquel que combina una de cal y otra de arena y que enamora
utilizando el estímulo intermitente de Pavlov. Es infalible.
También te muestra el amor
vampírico, el amor romántico, el narcisista zombi (aquel que solo se ve a si
mismo, que actúa a partir de lo que siente y que sus prioridades y necesidades
pasan por encima de ti; “tiene empatía nula, tu sufrimiento le distancia, no le
conmueve tu dolor. No puede hacer feliz a nadie porque se siente acorralado y
protagonizando vivencias de las cuales, verdaderamente, no forma parte, así
que vive en una eterna dicotomía o bien quedarse solo, o bien no poder evitar
herir a los que le quieren”.
La autora termina la primera
parte con dos conclusiones una de las cuales me parece sencillamente genial: que
no merece la pena seguir intentando buscar una respuesta. La única respuesta es
que no hay respuesta, el único secreto es que no hay secreto. Jamás sabrás lo
que siente, seguramente porque no lo sabe ni él mismo. Y si has llegado a esa
conclusión, lo más probable es que no te ame lo suficiente.
La segunda parte del libro
está enfocado a qué debes hacer para superar la circunstancia que te ha
generado dolor. Elaborar una lista de objetivos vitales y cómo puedes
conseguirlos. Ese tramo es mucho más práctico, muy en la línea de plan de acción
vital.
Es un
descubrimiento maravilloso como relaciona el amor con la ética. Según la autora
solo amamos bien cuando deseamos lo mejor a quien queremos. La ética es la
respuesta que ofreció la madre del juicio de Salomón, que prefirió perder a su
hijo que tener una mitad muerta de él. La plenitud sólo se puede alcanzar a
través de un amor correspondido o llegando a ser quien puedes llegar a ser. Eticamente,
el amor significa ser alguien digno de ser amado y no querer a nadie que no sea
digno de tu amor.
Y seguiría hablando del libro
horas, porque se me acumulan todas las frases brillantes que lo constituyen.
Cuando terminé el libro, y
recordé algunos de mis desengaños amorosos, entendí mucho de lo que fui incapaz
de ver en aquel momento.
Si tienes curiosidad por
saber qué es el amor del bueno y cuál es el mal amor, no lo dudes, sumérjete en
la deliciosa e inteligente narración de Montse.
Y termino con el pensamiento
que ningún amante querría pronunciar jamás:
“Cernuda dice: te quiero y
quiero decírtelo con el olvido. Sólo cuando amas de verdad a alguien necesitas
imperiosamente el olvido, sólo un amor tibio es compatible con una vivencia
pequeña y modesta de amar”.
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